
CASCADA / WATERFALL
SOBRE EL PROCESO EN RESIDENCIA: Primero comencé observando de qué maneras un poema puede romperse y volver a ser completo, encontrando una nueva forma. De qué maneras un poema puede ser una herramienta o un portal, cómo puede salir de la página y habitar un cuerpo, un espacio o un conjunto de objetos. Escribía, leía, filmaba y recolectaba fragmentos de naturaleza para organizarlos en nuevos esquemas. Porque los poemas son sujetos permeables, y el entorno mágico y vital de Can Serrat hizo que el trabajo fuera una experiencia profundamente enriquecedora: la casa, el paisaje, la gente, las montañas siempre presentes.Esta fusión entre poesía y espacio llevó mi investigación hacia los rituales. Rituales como una sucesión de actividades que involucran gestos, palabras, acciones u objetos, realizados según una secuencia establecida. Pero también rituales como espacios sagrados e íntimos, metamorfosis performativa, repetición. Me enfoqué en la etapa transicional de los ritos de paso, el estado intermedio conocido como liminal, en el que los participantes ya no poseen su estatus previo al ritual, pero aún no han completado la transición hacia su nueva identidad.
Durante esta fase, los participantes “se encuentran en el umbral” entre su antigua estructura identitaria y la nueva forma que tomarán al finalizar el rito.
Mi búsqueda fue crear y recrear esta forma especial de estar, tan vulnerable como poderosa, un momento de transición donde uno es tan maleable como el agua, pero con la fuerza de un explorador en busca de algo. De aquí surge la forma final de mi exploración, una instalación poética:
CASCADA
Oración / Súplica / Recitación / Ritual / Cántico



LA OBRA: "Cascada" es una instalación inmersiva diseñada en el espacio para invitar al espectador a formar parte de un ritual. Está compuesta por un rollo de papel de 30 metros de largo que cae desde el techo de la Bodega y se despliega, evocando el curso de un río en movimiento. Sobre el papel, las palabras construyen un poema que es un cántico a la cascada, un cuerpo energético ausente en su materialidad acuosa, pero presente en su carga simbólica. A medida que leen las palabras del poema, los espectadores se convierten en suplicantes. Se encuentran en el centro de este viaje mientras recorren el espacio y realizan una serie de acciones que el poema sugiere.
Quise trabajar con una cantidad limitada de materiales, todos vinculados a esta narrativa y que, en su mayoría, pudiera encontrar en la casa y sus alrededores. Utilicé papel kraft blanco, un pigmento especial de pintura acrílica que imita el verde de grandes masas de agua (verde ftalocianina con un toque de siena), rocas que conforman el lecho del río, espejos (un material reflectante como el agua en calma), agua real, tierra, fuego, aire. Oculté una botella con goteo para que el sonido evocara el de una cueva, un espacio silencioso, pequeño y secreto.
En Cascada, el espacio, los cuerpos y las palabras interactúan: la entrada de la instalación es un pasaje estrecho donde los visitantes deben inclinar la cabeza para entrar (aunque no lo noten, esta es su primera acción dentro del rito). Se quitan los zapatos, avanzan lentamente, miran hacia arriba para leer y luego bajan la mirada, inclinan la cabeza, se arrodillan, tocan, sienten. A medida que esta voz poética se comparte entre los suplicantes, surge un flujo de preguntas; los cuerpos habitan este caudal como un ser humano habita el tiempo, cada uno a su manera.
Las semanas en Can Serrat hicieron crecer mi práctica, pues el principal hallazgo en el proceso creativo de Cascada radica en el método. Al principio, el papel, como personaje central, cae desde el techo y sugiere una cascada. El poema crece sobre él como una escultura hecha de palabras. Tengo un río en movimiento, tengo el paso del tiempo, lo nombro con palabras, y el curso del río me dicta el poema. El papel se transforma con el espacio y, a medida que lo manipulo, la larga hoja me indica el camino. Surge un diálogo en mi propia acción: el papel/río adopta distintos estados, es un cuerpo en constante cambio, y sigo construyendo el poema dentro de este diálogo. El papel tiene necesidades a las que debo atender: agrego versos para completar un giro, elimino palabras para que una estrofa encaje en el reflejo de los espejos o llevo la oración a un nuevo capítulo porque el papel necesita arrugarse. La obra se convierte en un torrente de decisiones, y la creación del poema en un acto completamente lúdico.
Las palabras que forman esta escultura son un tercer actor nacido del diálogo entre el material y yo. Esta voz se proyecta sobre el papel, y así podemos conversar, aprender juntos cómo rezar a nuestros propios símbolos. El diálogo dura días, semanas, metros y metros de papel que suben y bajan, se sumergen en el agua, se cubren de tierra, se retuercen y se pliegan como una corriente desordenada, hasta que llega el momento de compartirlo con los visitantes, los suplicantes, aquellos que recorrerán el poema y se sumergirán en el rito. Es una forma curiosa de compartir poesía, donde la presencia física de los lectores pone en marcha esta máquina sagrada.
Los resultados fueron tan inesperados como deslumbrantes. Es emocionante ver cómo nuevos métodos producen nuevos artefactos, y no puedo estar más agradecida con Can Serrat por esta oportunidad.


